domingo, 27 de septiembre de 2009

alas de barro


En el vértice de la sombra


se había quedado

ese amor, lejos, dormido,

frente a los santos de su alcoba.



Ahora, una mirada distinta,

con un gesto más frío

acunaba al crucificado,

transeúnte de su almohada.



A la sombra del viento

como un sortilegio,

el temporal nuevo

de tu piel rogaba

a la cruz y la aldaba,

al claustro empedrado,

al ajado libro áspero y sagrado.



Ni látigos, ni pinchos, ni todo el opus,

pudieron escarmentar tu cuerpo

ni enmudecer su comunión.



Era un arma mortífera

su boca y su caricia,

la sábana cálida y crujiente,

y el aroma a pan de maíz
por la mañana.

Era un presagio

su toca y su camisón jóven, y

tus ojales mansos, desterrándose,

entre sus dedos largos.

Era una larga pena, la pena

del dios de sus antepasados,

y la oración trashumante

que implora de boca en boca,

y ata con cuerdas sus manos.



Era una condena
lo sabias,

y tus alas sólo barro.

5 comentarios:

  1. Como siempre: impecable. Pero yo prefiero la prosa, la entiendo mejor...

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  2. Gracias a todos por sus opiniones. Me halagan continuamente. Cada día tengo más ganas de escribir!
    Cariños

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Gracias caminante...llévate una rosa, para que te arome el andar...