martes, 26 de octubre de 2010

¿Qué es lo gótico? Parte III

Envueltos en siglos de historia y tradición antiguas, los valores y la estética góticos ponen de manifiesto una pasión por los extremos. Con ésta entrega, siempre siguiendo las palabras de Gavin Baddeley, estamos avanzando un poco más en la genealogía de lo Gótico, hasta encontrarnos con su primo hermano: el Romanticismo, como fantasmas de la máquina de la cultura que se niega a descansar...  

Los primeros escritores góticos de finales del siglo XVIII y principios del XIX manifestaron su gusto por lo que uno de ellos, Horace Walpo1e, denominó «nostalgia» de las ruinas góticas y la superstición medieval. Era un tipo de nostalgia perversa, y Wa1po1e resaltó que «no había sabiduría comparable a la experiencia de reemplazar lo que se denomina realidad por los sueños. Antiguos castillos, antiguas pinturas, antiguas historias y el murmullo de ancianos hacen a uno retroceder hacia otros siglos que no engañan...». Walpo1e, harto del «mundo real» y cansado de sus contemporáneos vivos, concluyó: «A los muertos se les agotó la capacidad de engañar; ahora, se puede confiar en Catalina de Médicis». (Catalina de Médicis fue una reina francesa del siglo XVI cuyo nombre se convirtió en sinónimo de oscura ambición, falta de escrúpulos e implacable conspiración.) Wa1po1e y sus imitadores solían escoger una versión mítica y afectada de la Europa medieval para escapar de la sociedad de la época; del mismo modo, muchos goths del siglo XXI optan por una versión mitológica de la época victoriana para dar vuelo a su imaginación, mientras otros exploran un cierto futurismo también sombrío y amenazador, denominándose a sí mismos como «cibergoths» o «cibergóticos».
Disfrutar de lo monstruoso sigue siendo algo así como un misterio, un misterio que preocupaba a los críticos de las primeras novelas góticas. Los novelistas góticos encontraron una justificación parcial de su obra en un breve tratado de 1756, obra del político y filósofo Edmund Burke, titulado Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo bello y lo sublime. Burke llega a la conclusión de que existen dos ideales opuestos: por un lado, nos atrae la belleza tradicional, cuyo orden está asociado a la cultura clásica; por otro, nos sentimos atraídos por lo que se denomina «sublime», aquello fantástico y sobrecogedor que fue asociado a la cultura gótica. Un claro de sol en el bosque puede describirse como algo hermoso, mientras que un cementerio desierto en medio de una furiosa tormenta ejemplifica lo sublime. La belleza provoca el placer del observador, pero lo sublime genera inquietud y sobrecogimiento. «Cuando el peligro o el dolor aprietan demasiado, son incapaces de causar placer alguno, son simplemente terribles», escribió Burke, «pero cuando están a cierta distancia, y con ciertas modificaciones, pueden ser, y son, maravillosos, como podemos experimentar cada día».

Las teorías de Burke alimentaron una creciente moda por lo sublime y lo siniestro entre la sociedad británica de fines del siglo XVIII y principios dél XIX. Los turistas de clase media que visitaban las agrestes zonas montañosas y las abadías en ruinas temblaban ante la idea de que los ladrones, los espíritus o los lobos pudieran estar a su acecho en las cuevas y los bosques.

Los aristócratas terratenientes decoraban sus propiedades con siniestros y disparatados motivos burlescos de estilo medieval, consiguiendo crear una sensación de oscuro y pintoresco misterio, mientras que los entusiastas menos adinerados se contentaban con beber la sangre de las novelas góticas que aparecieron después del castillo de Otranto, de Walpole.

La pasión por lo gótico pronto cruzó el canal de la Mancha y llegó al continente europeo. En 1832, una publicación francesa de moda, Flánelir Parisien, comentó: «Tenemos comedores y salones góticos, y ahora la gente quiere que todo el edificio sea gótico, con calabozos, almenas, puentes y verjas levadizas». Pero, a medida que los símbolos del movimiento gótico se ponían de moda, también se convertían en algo cada vez más corriente y vulgar. Las novelas góticas pasaron de moda, y la arquitectura gótica pasó a ser admirada sobre todo por sus cualidades de solidez y fuerza, así como por ser un estilo específico del norte de Europa, en oposición al estilo clásico del sur del continente. Hacia mediados del siglo XIX, los adinerados patrones británicos que encargaban la construcción de edificios neogóticos sentían que estaban adoptando una postura patriótica más que subversiva.

A medida que el poder subversivo de la estética original del gótico se esfumaba, surgía una nueva generación de inconformistas bajo la denominación de «románticos», movimiento al principio poco definido que surgió en el siglo XVIII. En más de un sentido, los movimientos gótico y romántico originales representan dos corrientes de la misma oscura ola cultural. Los románticos más extravagantes (tales como el transgresor aristócrata y poeta George Gordon, más conocido como Lord Byron) se valían de los saturninos antihéroes de la ficción gótica como modelos de conducta, a la vez que recreaban los siniestros escenarios imaginados por primera vez por Walpole y sus imitadores.

La narración de Horace Walpole El castillo de Otranto, que suele ser considerada la primera novela gótica, fue publicada en 1764, dando origen a una larga e influyente tradición. A pesar de esto, no es una obra en absoluto espectacular. Incluso algunos lectores entusiastas, como Jennie Gray, de la Gothic Society (1990-1998), se ha detenido a pensar en «el impresionante grado de influencia que esta débil y algo aburrida fábula ha tenido».

Seguramente, muchos lectores actuales de esta anticuada novela estarán de acuerdo.

En algún momento, Wa1po1e explicó que se había inspirado en una pesadilla en la cual «yo estaba en un castillo antiguo (un sueño bastante lógico para una cabeza repleta de historias góticas como la mía) y, en la baranda más alta de una gran escalera, había una mano gigante enfundada en su armadura. Esa misma noche, me senté a escribir, sin saber lo más mínimo qué pretendía decir o contar. La obra fue surgiendo de mis manos... Estaba tan ensimismado por el relato que lo terminé en menos de dos meses».

La historia es ésta: El castillo de Otranto es un relato de intrigas políticas de la Edad Media, con un villano principal, Manfred, que intenta usurpar el trono del mítico reino italiano de Otranto. Pero, Manfred se verá obstaculizado por los más sobrenaturales sucesos; el más sorprendente de ellos es una lluvia de enormes miembros y extremidades enfundadas en armaduras y cascos que, proveniente del cielo, parece tener como objetivo aplastar y aterrar a la familia y a los sirvientes de Manfred. The Critical Revieu, un periódico de la época, criticó al autor diciendo que «en este momento, la publicación en Inglaterra de cualquier obra compuesta por materiales tan espantosos es un fenómeno que no se puede explicar». Pero la crítica estaba en minoría, y la extraña novela de Walpole causó sensación entre un cierto grupo de lectores.

Su principal novedad radicaba en su evocación de las contradictorias emociones de terror y pena. Este uso radical del contraste radical es la característica decisiva del arte gótico clásico: luz y sombra, bueno y malo, sexo y muerte. Así, en la literatura gótica, el realismo y la construcción verosímil de los personajes no tienen mucha importancia en comparación con el efectismo; este tipo de narrativa ha estado marcada, además, por un decidido énfasis en el estilo en detrimento del contenido. El estilo literario gótico se convirtió, de alguna manera, en una fórmula muy popular, y, hacia 1797, un comentarista de la época observó:

«Los fantasmas de Otranto han propagado su especie con una fecundidad inigualable. Su prole está en cada librería».   


Hasta la próxima...

viernes, 22 de octubre de 2010

¿Qué es lo gótico? Parte II

Siguiendo con ésta puesta y apuesta, con la cual intento desmitificar el sentido erróneo que la mayoría le da a “lo gótico”, y que sobrevuela a ésta tendencia cultural profunda, fecunda y sumamente interesante, me adentraré un poco más en la historia de la cuestión gótica, tratando de dar un panorama más completo y fidedigno con el propósito de despejar dudas o simplemente sentar una renovada visión sobre éste irrefutable hecho cultural, recreando –nuevamente- al idóneo Gavin Baddeley.

Comencemos...porque ésto viene desde el fondo de los tiempos:

Orkut Comentarios - Magical And Mystical

 


El término “gótico” es una de esas palabras que a todos nos resultan familiares y de las que creemos saber su significado, una palabra que nos sugiere algo así como un ambiente relacionado con murciélagos y cementerios.
Sin embargo, este término encierra una sorprendente riqueza de contenidos y significados.
En un sentido académico, la palabra “gótico” tiene varias acepciones muy concretas. Si la buscamos en la base de datos de una biblioteca nos conducirá a libros sobre el arte y la arquitectura góticos de la Edad Media en Europa occidental; así, puede encontrarse cierta relación entre dicho período y el tema de este libro, la llamada “Cultura gótica”, por ejemplo en las “danzas de la muerte” del siglo XV, tétricos grabados que representaban cadáveres retozando o bailando. Pero las majestuosas catedrales medievales o las estilizadas pinturas de la Virgen María de los altares tienen poco en común con el sombrío concepto de gótico como celebración cultural de la medianoche.
Nuestra imaginaria búsqueda de definiciones también podría conducirnos a encontrar relaciones con el “renacimiento gótico” o “neogótico”: la renovación del interés por la arquitectura medieval acontecida en Europa en el siglo XVIII. Parte de esta información es pertinente, así como las narraciones de ingleses excéntricos como Horace Walpole y William Beckford, creadores literarios de las abadías de atmósferas fantasmagóricas. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, la arquitectura neogótica se convirtió en norma, y hasta los edificios del Parlamento británico fueron construidos siguiendo dicho estilo. Eso hace que algunos puedan argumentar que en los mencionados edificios se traman intrigas malignas, como asunción de dicha arquitectura por parte del establishment ... ¿tendrá algo que ver la “cultura gótica”?
Tal subversión y reinvención es típico de “lo gótico”, y no sorprende que la moderna sub cultura llamada “goth” ofrezca un sentido algo confuso y .ambiguo. Aunque también se emplean en español los términos “godo” o “goda” para referirse a dicha sub cultura, aquí utilizaremos preferentemente el término inglés “goth”, de uso más extendido; el término “gótico” alude a la más amplia corriente cultural en la que se enmarca el goth. Lo que es o no es auténticamente goth constituye una discusión frecuente en los numerosos sitios web y publicaciones para fans de esta sub cultura; paradójicamente, muchos sostienen que una pista para saber si alguien es verdaderamente goth es que éste ha de negar serlo hasta su último aliento (¡falacia!). También el término “gótico” está cargado de una ambigüedad que linda con lo caótico.
Más o menos desde los comienzos de la escena goth en los años ochenta, las bandas más influyentes de dicho movimiento (principalmente, Siouxie and the Banshees y las Sisters of Mercy) supuestamente se han negado verbalmente a etiquetarse como goths. Gavin Baddeley comenta esta paradoja con Trevor Bamford, director del sello discográfico británico Nightbreed, especializado en el goth y líder de la destacada banda goth Midnight Configuration. Según Bamford, ser goth es simplemente “ser aquello que se es en un momento determinado”. Pero esto suena demasiado demagógico, y quizá algo tautológico: la estética gótica siempre estuvo relacionada con cierto sentido de independencia y singularidad.
Nos cuenta Baddeley: "Hace poco tiempo participé en una “noche goth” en un club musical alternativo; la pista de baile estaba dominada por la música industrial y electrónica, y la gente bailaba con la energía típica del rave, en lugar de con los lentos y etéreos ritmos de los clubes goth de los ochenta. Pero, lo gótico implica una atmósfera extraña, y si asistimos a una fiesta goth y la noche termina no con una sino con dos “irónicas” interpretaciones de un éxito de Britney Spears, entenderemos que los clientes tengan todo el derecho a reclamar que les devuelvan su dinero".
Los habituales del club vestían ropas adecuadamente extrañas de cuero negro, accesorios fetichistas y mucho maquillaje; aunque compensaban con adornos psicodélicos de PVC y coloridas extensiones de cabello. El ambiente era más extravagante que el de los clubes tradicionales. Pero lo gótico es mucho más que una imagen: es una estética, un punto de vista e incluso un estilo de vida cuya tradición supone un legado de subversión y tinieblas.
Históricamente, los goths o godos, eran un pueblo germánico proveniente de Escandinavia que conquistó la mayor parte de Europa occidental en el siglo IV, tras lo cual forjó varios reinos a partir de los deteriorados restos del Imperio Romano de Occidente. Como resultado, la palabra “gótico” se convirtió en sinónimo de “bárbaro” (término que aludía a todos los pueblos invasores germánicos); asimismo, otro pueblo invasor, los vándalos, también vieron su nombre convertido en expresión de salvajismo. Las invasiones bárbaras supusieron el colapso del Imperio Romano de Occidente, que marcó el inicio de la Alta Edad Media, un período turbulento de guerras, destrucción y muerte que condujo a un franco estancamiento demográfico, social y cultural.
La cultura y los conocimientos clásicos del Imperio Romano clásico y de la Antigua Grecia fueron redes cubriéndose gradualmente en Europa a partir del siglo XIV, en los albores de lo que sería el Renacimiento, período que supondrá el arranque del mundo moderno. Las virtudes clásicas, tales como el orden, la belleza y la lógica, fueron idealizadas, pero este renovado interés por lo antiguo también sacó a la luz otros aspectos de la cultura romana. Al ser excavadas muchas ruinas de Roma se descubrieron sepulcros decorados con esculturas y arte erótico y extravagante: seres mitad humanos y mitad machos cabríos participando en orgías con voluptuosas doncellas, ninfas y cortesanas desnudas yaciendo con sus clientes, mientras el follaje y los racimos de las vides se incrustaban en la escena como si fueran reales... Los arqueólogos de la época concluyeron, no sin ciertas dudas, que aquellas cuevas o grutas habían sido construidas por los romanos para venerar a sus dioses profanos.
Las obras de arte y esculturas que imitaban las escenas procaces y casi terribles descubiertas en aquellas grutas pasaron después a denominarse “grotescas”, y otros aspectos del pasado medieval (o gótico) llegó a considerarse parte de dicha tradición grotesca. Las representaciones pictóricas renacentistas del Infierno, repletas de demonios semihumanos, gárgolas y cadáveres de muecas lascivas, característicos de la mampostería medieval, resultaban fascinantes y repulsivas a la vez. Edgar Allan Poe, escritor estadounidense del siglo XIX, uno de los máximos exponentes de la literatura gótica, tituló su colección de 1839 Cuentos de lo grotesco y arabesco – Tales if the Grotesque and Arabesque- ; el término “arabesco” se asociaba entonces a algo profusamente decorado con un estilo oriental y exótico, como se manifiesta en el relato de William Beckford sobre los excesos árabes, Váthek.
En su estudio sobre el arte grotesco titulado Salomé y Judas en la cueva del sexo, Ewa Kuryluk escribe: “Originado en los despojos de la bestial antigüedad, lo grotesco se relacionaría a su vez con la indagación en todo aquello que estaba en contra de las normas, de los cánones religiosos y las leyes del Estado, en contra del arte académico y la sexualidad autorizada, de la virtud y lo sagrado, en contra de las instituciones establecidas, las ceremonias y la historia celebradas oficialmente. Los artistas grotescos sacaron a la luz las oscuras leyendas populares y las doctrinas secretas, y nunca se cansaron de explorar lo obsceno y criminal, todo aquello que era sombrío, subterráneo y macabro”.
La palabra “gótico”, como término cultural, tuvo inicialmente un sentido despectivo, ya que aludía a cómo la “Edad de las Tinieblas” había reemplazado las clásicas glorias de Roma por cierto tipo de barbarie. En el siglo XVIII, la recuperación del estilo gótico (neogoticismo), en oposición al neoclásico, fue una rebelión consciente en contra del buen gusto y el sentido común de la época. De una manera análoga, los actuales goth que se visten con ropas poco prácticas y de llamativo aire victoriano no están aprobando por ello los opresivos valores de la época victoriana, sino manifestando su rechazo de la presunta estética moderna mediante la adopción de la elegancia y el estilo del siglo XIX. Además, dicha actitud expresa una pasión de los goths por los aspectos grotescos de la época victoriana, particularmente el de la obsesión por los complejos ritos fúnebres, pero sólo como tributo manierista, camp y formal, no por su contenido ideológico.
Lo camp (afectado o amanerado) y el manierismo son conceptos importantes para cualquiera que desee comprender la estética gótica. En 1964, la escritora Susan Sontag intentó definirlo de la siguiente manera: “No es una manera natural de sensibilidad, si es que existe algo así. De hecho, la esencia de lo camp es su amor por lo que no es natural, es decir, por lo artificial y lo exagerado. Es una clase especial de estilo. Es el amor por la exageración, por "las cosas que son lo que no son..." Lo camp o amanerado es una experiencia coherentemente estética del mundo. Encarna la victoria de la "forma y el estilo" sobre el "contenido", de la "estética" sobre la "moral", de lo "irónico" sobre lo "trágico"... Sobre todo, el gusto camp es una forma del disfrute, de la apreciación”.
A menudo asociadas con la homosexualidad, las personas amaneradas o camp tratan los asuntos aparentemente triviales con seriedad, mientras que no da mucha importancia a las cuestiones en principio relevantes. Llevado a su extremo lógico, lo camp supone una burla hacia la sabiduría convencional, una sátira sofisticada de la virtud y del deber. De acuerdo con la subcultura goth actual, el interés por lo prohibido y lo arcano, la tendencia a la introspección y la sensibilidad, los hábitos nocturnos y otras muchas características y actitudes consideradas “sospechosas” por la sociedad tradicional pueden convertirse en algo aceptable si se las exagera hasta extremos teatrales.

Y digo yo…Cuando la gente te tilda burlonamente de vampiro o bruja, ¿por qué no sacarles ventaja adoptando ese papel con gusto?... ¡Para pensarlo!

¡Hasta la próxima!

domingo, 17 de octubre de 2010

¿Qué es lo gótico?

Cierto es que he andado un poco perdida, dejándome llevar por algunas cosas muy mundanas, como estar atenta a certámenes, audiciones, ciclos y algunas cosillas más (humanos somos) dejando, un poco, de lado ésta temática que siempre me ha interesado mucho: lo gótico.
Haciendo un repaso de estos dos últimos meses, y antes de que mi mentor (el intangible Dr. Zaud) me levante el dedo de la reprimenda, retomaré a partir de hoy la historia de la Cultura Gótica, recreando los datos y citas del exquisito investigador Gavin Baddeley.
Con ustedes… ¡El Principio!

¿Qué es lo Gótico?
Gótico. Esta palabra designa algo más que una joven subcultura, una tribu urbana, una estética siniestra o un género literario. Alude también a un enfoque filosófico “una visión del mundo”, según dijo el novelista irlandés J. Sheridan Le Fanu, en su libro “Las criaturas del espejo”; es el cosmos en negativo, invertido: lo extraño y espeluznante son sólo lugares comunes, mientras que el día a día es algo en verdad misterioso y extraordinario. Aquí, lo oscuro y lo amenazador poseen un irresistible encanto, mientras que la normalidad y la vida acomodada sólo prometen hastío y decadencia. Los polos opuestos que son el sexo y la muerte están unidos en un exquisito matrimonio grotesco. La inocencia y la virtud son atesoradas sólo como un pergamino virgen, sobre el cual se pueden escribir los signos del pecado con gruesas pinceladas de sangre y oscuridad de medianoche.
Es ese mismo mundo crepuscular que, entre autodestructivos ataques alcohólicos, describió el maníaco depresivo poeta victoriano James Thomson en su doloroso y largo poema The City of Dreadful Night, de 1874. Es ese mundo de tinieblas y pesadillas que Thomson usa como metáfora de un infierno que se esconde bajo la superficie de la ciudad y también del espíritu. Un siglo después, el periodista Luke Jennings exploró esta misma metafórica metrópolis de la medianoche en un artículo de 1999 publicado en el periódico londinense Evening Standard. Como escribió Jennings, si durante el día la industriosa ciudad representaba la “mente consciente”, la ciudad nocturna representaba su “subconsciente”. No obstante, como la psique o cualquier otra incontrolada región humana, la ciudad nocturna era un lugar peligroso y temible. Dejando al margen los trances como los robos, la sífilis y los chantajes, el transeúnte de aquellas oscuras y apartadas calles podía fácilmente encontrarse cara a cara con su propia verdad.
La ciudad de la atroz noche, sombra de nuestro mundo actual, no se limita a una época o a un lugar. Es ese Londres victoriano embrujado por la niebla, temeroso bajo el cuchillo de Jack el Destripador. Es el París de fin de siècle un glorioso infierno bohemio de burdeles y clubes de opio y hachís, donde los libertinos y los poetas se reunían para brindar por su propia condenación. Es el Berlín de los años veinte, donde borrachos de ojos enrojecidos bailaban y bebían en su intento desesperado de ahogar el acechador sonido de las botas militares. Es ese Los Ángeles del último tercio del siglo XX, la “Ciudad de la noche” de Jim Morrison, una fábrica de sueños más bien proclive a producir pesadillas.
Ese reino del crepúsculo es, precisamente, el de las noches previas a la “caída del muro”, el que yo misma  he presenciado, en la ciudad de Berlín de 1989.

Ahora, humildemente, te propongo que te unas en éste recorrido al corazón de la oscuridad…

martes, 5 de octubre de 2010

tenues

Están pasando por debajo de mi ventana, los veo claramente:

Solitarios, caminando por las calles, descalzos y vestidos de pobreza, con los labios azules por el frío, y los ojos oscuros de tristeza.
Desgastados de dolor, sin pan ni mesa, con la boca repleta de pedidos, con las manos vacías... y con llagas.
Son nuestros crucificados de cada día, con los brazos en señal y sin palabras, bañados en sudor en sus desiertos, poblados de incertidumbres y de chapas.
¿Quién te condena, hermano de la calle? La infausta caída de las leyes, las estafas, la impericia y los gritos, los que mienten en todas sus campañas...
Te hacen recorrer todos los barrios vistiendo tu sayal y sin sandalias, condenado a las sobras que se tiran, aferrado al madero de tu vida, coronado de indigente, sangrando por tu herida irreparable y vendido por unas monedas escasas.
Lo peor es que de alguna manera nos dan miedo
Y pienso:
Ya no sé. No entiendo más nada de éste mundo. Se me antoja un calvario diseñado en noches ilegítimas. Pasando una y otra vez la misma película inclemente.
Hambrienta sociedad mortificada, que sigue soñando y no despierta, esperando un salvador inexistente…