lunes, 2 de febrero de 2015

fantôme de la nuit



Un trueno. Una metamorfosis.
Un cuchillo desnudo que brincó
hasta tus colmillos y partió la tierra
con rugidos.
Entre espasmos de luz yo vi el silencio.
Es aquello hacia lo que divagas. Lo que observas
y se ensancha en tu interior
y hace caer las estrellas
portando obsequios del infierno
que arroja un respirar, algunas sombras,
una última palabra que no es visible
por ningún Edén.
No emerjas. Sigue bramando por la
sangre de tu amada eterna.
Quédate en las bocas de los perdidos
que aun te sueñan. Teme al amanecer
como se teme a la vida. Para entrar
detrás del muro debes dejarte a ti mismo
convertido en polvo o en vampiro.

©® Susana Inés Nicolini
Sue_* 2015

(Pintura: Clifford Still ) 

jueves, 20 de noviembre de 2014

resurrección



La emoción rechazada es hija de la noche
Sigmund Freud


El rugido apareció de pronto. Un sismo, una confusión, un recuerdo. La noche relampagueó.
Si hubiese estado de mejor talante habría disfrutado esa noche: finales de marzo, un aire con perfume a blusa blanca transparente y a largo cabello lacio.  Una ronda de perlas azabache, una mano delgada y más allá el puente.
No fue un  paseo lo que se dice descansado y bucólico. Caminar contando las baldosas faltantes me ayudó a distraerme de la angustia. No intercambiamos más de tres palabras en todo el trayecto. Pero estaba a mi lado, en silencio, y me hacía bien.
Repasé todo de nuevo; las columnas de cemento y las manchas de aceite. Los coches silenciosos, imponentes, brillantes. Me paré para tomar aire. Encendimos cigarrillos. Se sentó en la baranda, lejos de mí, estrechando sus brazos para protegerse del frío. La cabeza inclinada para que no le entrara el humo en los ojos. No dijo ni una palabra mientras desgrané mi letanía de dolor y proclamé mi culpa. Terminó el soliloquio y esperé una reacción. Nada.
Apagamos los cigarrillos y nos giramos para mirarnos. Ella mantuvo los ojos fijos en mí, y no encontré en ellos nada que no hubiese presentido: fortaleza, sensatez, tranquila aceptación.
Pensé en ese momento que quizá todos fuésemos creados iguales ante Dios, pero hay seres que poseen cualidades propias. La personalidad humana cubre una amplia gama, desde el imbécil hasta el santo. Pero ante ella, por primera vez, cobraba conciencia, irremediablemente, de que era alguien superior. Eso me hizo sentir vergüenza, yo sufría tan íntimamente, que tuve la necesidad de decir algo torpe, chocante.
No me salió. Me atraganté con las palabras y no pude contenerme, y lloré, lloré por todos los míseros, insignificantes bobos del mundo. Por todos nosotros. Los fracasados. Los insulsos.
Me estrechó contra su pecho, me acarició el pelo, me besó los dedos, me rozó los labios. Me apretó hasta que dejé de sacudirme, con la cabeza apoyada en su pecho tibio.  Me meció un poco, como una madre a un bebé. Otra vez ese olor suave, cálido, aromático, y mi nariz hincó su cuello, y besé su piel suave.
Cuando la mordí fue como morderme a mi mismo. Fue una extraña experiencia, pero fue así. Yo era ella, ella era yo. La paz…una paz absoluta.
Todo transcurrió mansamente, el silencio y la sensación de que ya no estaba en el mundo, y la percepción de que toda la tierra estaba encima de nosotros, y la idea de que estábamos en un ataúd, en una caverna, un túnel, un útero.

©®Susana Inés Nicolini

Sue_*
#SafeCreative


Fotografía: Vadim Stein


jueves, 9 de octubre de 2014

cuéntame




Cuéntame…dime cómo puedo huir de tus pestañas
cómo puedo dejar de volver la cabeza
y encontrar tu mirada en cualquier punto donde la detenga.
Cuéntame cómo puedo dejar de temblar con el roce de tu mano.
Cuéntame…dime, cómo puedo no caer en ti, sobre ti, en tus gestos,
cómo puedo arrancar mi aliento de tu pecho,
cuéntame cómo puedo apartar éste corazón
que se me ha azulejado a tu piel.
Cuéntame cómo puedo renunciar al aliento entre cortado,
al gemido roto y mudo, a estas manos soldadas.
Cuéntamelo mientras hallas el valor de acercarte
por la espalda, como tantas veces,
cuéntamelo mientras me muerdes la nuca,
dímelo mientras mis pezones llenan el espacio
que queda entre tus dedos,
mientras me arrancas a mordiscos éste deseo
y ésta fatua tentación de seguir ansiando
lo que ahora ya no es tentación porque es pecado.
Y báñame, empápame, con el agua bendita de tus besos,
y consuma.... consuma esta prohibición,
hasta que nosotros mismos la impidamos,
como si hubiera dejado de ser nuestra
con esa fuerza de lo que excede, de lo incontenible,
como si fuera una pasión ajena que toma todo,
que posee todo,
lo que esté entre tu cabeza y mi pecho.


©® Susana Inés Nicolini
Sue_*
#SafeCreative

(Pintura: Ida Ambrosio)

sábado, 6 de abril de 2013

Aksallah

La pululación, el gentío, el distraído trajín, las hebras esplendorosas de los tapices, los rebuznos de los mulos, las manchas de humo, el olor del pescado fritándose, el té que humea en una taza, los retazos arrugados de las poltronas, los colores de las cintas en las cabelleras, las sinuosas líneas del traje de las muchachas, el duro cuero que sostiene las espadas envainadas, las máscaras de los capiteles, las voces inaudibles de los coros, las chabolas, los parapentes, las angulares esquinas, las rectas avenidas, las semillas de naranja, las vides, las huestes macilentas, las caravanas lejanas, la anterior vida de los pobladores... la ciudad integra va camino a otra, mutando sobre la relación misteriosa de otro cielo estrellado. Hacia una forma plausible de construcción que el devenir aún no ha establecido y que sigue interrogando al oráculo. Busca una órbita nueva, un diseño más aproximado a lo que desea, un mundo más cercano al cielo, y menos a ésta nube de polvo, a éstos incendios, a éstos derrumbes, a estos gritos en la oscuridad.
El catálogo de formas en las que elige es interminable, las estructuras agotan sus variaciones y se rehacen, comienzan con el fin de las ciudades. Retículas sin fin en donde reproducirse y deshacerse una y otra vez. Hasta que cada diseño no haya encontrado su ciudad, seguirá renaciendo.
Mas en la hora en que el siglo  de la golondrina comience, una realidad nueva inundará el orbe de Aksallah. La ciudad estará cambiada sin duda, y acaso, para mejor... acaso...

El Rey Chamán ha dicho que las alas que ha visto volar son los paraguas desconfiados bajo los cuales miles de párpados pesados bajarán las miradas, gente que creyendo volar apenas alzaron del suelo. ¿Se equivoca el oráculo?, ¿El sueño del Rey es infiel a la verdad?... no necesariamente.

Quizás todo consista en saber qué palabras pronunciar, qué gestos realizar, qué orden elaborar, qué ritmo manifestar y hacerlo de ese modo en un momento ideal. No obstante, es preciso que todo ocurra como por casualidad, sin darle demasiada importancia, sin la pretensión de estar realizando una operación decisiva, teniendo en cuenta que de un momento a otro Aksallah puede cambiar el tiempo de su relación, y mutar nuevamente, yéndose hacia otro cielo más estrellado.

©® Susana Inés Nicolini
(Todos los derechos reservados)

(de mi saga: Ciudades santas, Ciudades diablas)

miércoles, 20 de junio de 2012

La sombra del ángel (2da. parte)




Los sueños han sido siempre un factor sobresaliente en toda la cuestión gótica. El maquillaje con tintes “mortuorios” de algunos personajes del cine gótico, nos hace rememorar, no pocas veces, a las pesadillas más terribles. Asimismo, en la estética gótica se reproduce como ícono, reiteradamente, uno de los motivos más movilizadores de sueños y desvelos en todos los seres humanos: la muerte.
Generalmente representada con ropajes negros, en contadas oportunidades vestida de blanco, la fascinación aterradora que provoca ha hecho correr ríos de tinta y kilómetros de film, en libros y películas que recurren a la exacerbación de los sentidos a través del miedo ante esa figura desconocida y espeluznante.
Ese miedo inevitable, o curiosidad morbosa, convirtió a un fenómeno psicológico (el Thánatos) en el leitmotiv de incontables obras.
Los sueños (“esas imágenes que desfilan en las paredes de nuestras células solitarias”), representan, para muchos de nosotros con alguna orientación mística, la puerta a un “otro despertar” donde diversas dimensiones se abren a nuestro conocimiento y nuestros sentidos que se hallarán durante los mismos, paradojalmente, “muy despiertos”.
Dicha incitación, casi mágica, ha sido utilizada por numerosos hombres de literatura, cineastas, músicos, y todo tipo de artistas a fin de “despertar” su sensible creatividad.
Sueños dormidos, sueños lúcidos, alucinaciones, viajes mentales, inducciones con químicos o con productos naturales, y muchas otras variables han sido atravesadas desde le fondo de los tiempos para conocer algo más del “más allá”. Ese interés mórbido sobre experiencias buscadas y temidas al mismo tiempo, fueron en muchos casos las musas de magníficos artistas de todas las áreas de la cultura, como Van Gogh, Poe, Baudelaire, Chopin, Liszt, Rachmaninov, Morrison, Lovecraft, Scott, Bowie, Le Fanu, Van Eyck.… y cientos más que abrevaron en las aguas fantasmales de lo onírico para dar a luz muchas de sus magnificas creaciones góticas.
Artistas, políticos, científicos, filósofos, psicólogos... hombres de todos los días…han tenido y seguirán teniendo una expectativa sobre la interpretación de esos mensajes metafísicos.
Como dije, uno de los temas más utilizados en la cuestión gótica, han sido y serán los sueños y su órbita tremendamente hipnótica y seductora. La lucha entre “la gran bestia” y el "mesías mundano” que todos llevamos dentro ha sido permanentemente uno de los territorios tabúes que, más allá de cualquier orientación psicológica, filosófica, y/o religiosa, ha trazado un invariable paralelo entre la veneración profana y la espiritualidad más ortodoxa, en medio de un mundo que se debate, día a día, entre la sombra del ángel y el ángel mismo. Un mundo que parece derrumbarse frente a la tormenta de “hechizos” sexuales, polvo blanco, humo y alcohol.
Mundo, que según los críticos mas severos, se hace más tenebroso y temible y que “opera en el lado equivocado del cerebro”…, como si el ADN de la humanidad estuviera ineluctablemente condenado a ocupar la tumba de un suicida.


©® y RNPI de Susana Inés Nicolini 


martes, 12 de junio de 2012

La sombra del ángel (1ra.parte)







Desde el origen de los tiempos, el ser humano ha sentido una extraña, callada, y temida atracción por los aspectos más oscuros de la existencia. El dolor, la sexualidad, la muerte, la locura, en suma lo macabro, lo inefable de la mismidad, han determinado de uno u otro modo, alguno de esos aspectos en el interior de cada uno.
Dentro de la cultura inserta en nuestra sociedad se nos ha determinado cómo "debemos" ser, qué nos tiene que gustar, qué podemos decir y qué no... Se nos determinó "la verguenza" y "lo inconveniente", lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo. Es la sombra del ángel, que convierte la mirada sobre lo "diferente" en un extraño e inquietante sentimiento que, como en los cuentos de horror, nos atrae reveladoramente.
La estética gótica es, acaso, el presagio apocaliptico de los tiempos que vivimos.
Es una forma artística cuyas áreas de conocimiento atraviesan desde la música lírica y la historia de fantasmas, hasta la colorida fauna de nuestras ciudades, interpretando mediante una forma saturada de carácter sombrío y grandioso el sonido de la noche, los sueños, la mística, el amor, el dolor, la eternidad…con algunas obras de exquisita melancolía.
Es un “rumor” que cobra credibilidad a medida que se empuñan los días de nuestra historia, con una tradición romántica y decadente, influenciada por el extravagante lord Byron, el instintivo Poe, y el escandaloso Baudelaire.
No obstante, antes…durante mucho tiempo, algunas manifestaciones góticas disfrutaron de respetabilidad, sobre todo las que surgieron durante la época victoriana. En plena gloria del Imperio británico, los cuentos clásicos de fantasmas se leían tradicionalmente en las fiestas navideñas. Un ejemplo del horror británico por excelencia, cuyo carácter tétrico abundaba en sonidos de pisadas sobre pisos chirriantes, a lo largo de incontables bibliotecas, misteriosas mujeres vestidas de negro que desaparecían en la noche detrás de la niebla de los cementerios, los carros fúnebres que corrían “alados” tirados por mansos caballos, mansiones de paredes de madera que escondían secretos familiares insondables, y todo el fuego del cielo que fundía la tierra cuando las tormentas más furiosas azotaban la escena, formando la extendida dialéctica con la que se promovía el horror por aquellos tiempos.
Lo sobrenatural de todo ese bagaje intelectual nos sacude hasta hoy con obras impresionantes que tratan de recrear los pintorescos escalofríos de antaño, sin lograrlo del todo, aun utilizando las modernas técnicas visuales.
(Continuará)

RNPI Susana Inés Nicolini
Hecha la Reserva de todos los derechos.