martes, 8 de junio de 2010

La piedra blanca

Ya se han ido todos. El hombre apaga la luz de la fachada para ver sin dificultad la noche. Corre un aire muy suave. A pesar de estar en invierno, aun, sorprenden las rachas de los jazmines con su fresco aroma. El cielo parece alto, seguro, intenso. La casa está aislada en la oscuridad, entre los montes puntuados con unas pocas luces distantes. Se oye el río crecido; las lluvias fueron mansas y constantes. Sólo quedan los perros pendientes de su gesto: ¿se quedará o saldrá a dar un paseo?. Uno se da cuenta antes, sube los escalones del portón, desde el primer descanso se vuelve y mira al hombre que le sonríe; detrás vienen los otros.
El hombre les prepara sus colchonetas con algunas mantas mordisqueadas, les da las buenas noches, va apagando una tras otra las lámparas de la casa, sin prisa, tiene todo el tiempo, toda la soledad. Sube hasta su cuarto. Arriba se escuchan mejor el río y el aire. El jardín está inundado por una luz pálida; brillan las piedras del camino y cabecean los cipreses. Busca un libro, uno para leer. La pequeña bombilla lo señala. La sombra rectilínea de las vigas, la cal de las paredes, el ingenuo nazarí del piso, le dan al cuarto un aire monacal, ─“la soledad” se dice, y respira hondo.
Hay tantas soledades como personas solas, y los caminos a ellas son innumerables.
Día tras día, ese hombre, ha esperado una señal, una en toda su vida. Una exacta.
¿Qué necesitaremos para convertir en inconfundible un día; para hacerlo destacado y distinto de los otros que se apilan en la niebla común de nuestras vidas?, ¿qué se consagren el amor o la dicha inolvidables? ¿qué sea el último?.
Un día tras otro, como el hombre, esperamos que suceda algo grande, algo que señale con una piedra blanca y decisiva una fecha , algo que subraye con un círculo fosforescente un guarismo en nuestro calendario. Sin embargo, no  notamos lo más grande que nos sucede: la vida misma. Sobre ella, como en una mesa transparente, colocamos objetos, posesiones, amores, desencuentros, risas, lágrimas, holas y adioses… sin la mesa todo se haría añicos. En la vida el camino es más importante que la posada. Mucho más: el camino es la posada.
A pesar de ello, tratamos de trocearla, sacarle partido, el nuestro: tan desconocido y distante. No somos sus protagonistas, ella es su propio fin, no un medio nuestro. Precarios inquilinos, apenas.
El hombre ya tiene sueño. No hablará más por hoy, ni siquiera consigo, es posible que tampoco lea. ¿Reflexionará?,¿dispondrá su tarea para mañana?,¿examinará lo hecho?...quizá, quizá no. Esta noche evoca sus días buscando la piedra blanca, ¿dónde la dejó?, ¿se la quitaron?, ¿la abandonó poco a poco como se abandona una costumbre?, ¿cuál fue la primera noche que pudo dormir sin ella?, ¿la tuvo alguna vez?...
Ha cesado el aire. El agua del río sigue corriendo, sucesiva e idéntica. Antes de dormirse entiende que cada día es esa piedra, que no la ha extraviado, ni extravió su secreto conocimiento. Va a dormir. Mete la mano bajo la fría cueva de la almohada y cierra su mano, empuñando la piedra hasta mañana, igual que lo ha hecho en cada uno de sus días desde que nació, como nacemos todos, con los puños cerrados...

8 comentarios:

  1. Very very Good Morticia !!!! Beeeesooooos... H.

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  2. Oh oh oh...Cuánto honor!!! Me quedo sin palabras. Leí su aparición, mientras suena (oportunamente) Phantom of The Opera.
    It seems impossible to me. But I believe in you!!! Wish I had an Angel.
    Kissessss

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  3. Tremendo ver reflejado en forma tan poética nuestro viaje por la vida en una cáscara de anas nuez, pero a la vez de una forma tan cruda...

    Me da esperanzas y espanto al mismo tiempo... Espanto por el tiempo perdido, ganas de parar el fluir del rio ...

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  4. Hola WP, gracias por tu comentario. Estoy bastante inspirada ultimamente aunque no en gran cantidad (calidad sobre cantidad, dicen. Hay que tomar por el lado de las esperanzas(supongo)...aunque también te entiendo esas ganas de "parar el fluir del río", bella imagen por cierto. Y el "espanto por el tiempo perdido", merece -realmente- una mención aparte: ¡que fuerte, pero qué magnética! Puede ser un disparador para escribir.
    Cariños

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  5. Tienes un talento increible, y además eres guapísima. Te felicito.

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  6. Hola a todos.
    Antes que nada pido disculpas por no responder más velozmente a los comentarios. Les agradezco de todo corazón lo que me escriben y como me alientan; es sumamente agradable para mí. Me hacen sentir muy bien. Para un escritor tener un público que opine es estupendo, y si –encima- me piropean, ¡maravilloso! Me dan muchas más ganas de seguir escribiendo.
    Muchas gracias nuevamente, y espero que continúen leyéndome. Yo seguiré intentando estar a la altura de sus halagadores comentarios.
    Cariños

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  7. Precioso! Me gustó esa delicadeza, esa estética, la forma en que el escrito viaja de principio a fin.

    Me tomé mi tiempo, pero es que me gusta leer con tiempo y además la escritora merece ese tiempo. Ahora si, dejo la puerta entreabierta y me llevo una rosa :) Abrazo

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  8. ¡Shuatas, cuanta alegría verlo por aqui!. Y muchas gracias por el comentario. Tómese el tiempo que necesite, será un placer que me lea.
    Lo mismo digo con la puerta, y las flores a su disposición!;)
    Abrazo!!!

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Gracias caminante...llévate una rosa, para que te arome el andar...