martes, 8 de diciembre de 2009

Tierra Santa

Podía haber comenzado en cualquier momento, pero comenzó con la lluvia.
Podía haberlo hecho cuando la gente regresaba a sus casas, y yo tenia conmigo todas las ganas de envolverme.
Podía haberlo propuesto cuando avanzaba la noche, y mis sienes se helaban.
Podía haber tratado cuando las sombras llegaban a comerse la ciudad; o tal vez cuando me desvestía, semidormida, con los sueños mezclados con los miedos.
Siempre pude, en realidad siempre…
Pero esperé al silencio, como socio de lo inservible. Esperé al círculo del alba y al despecho de la vigilia para que, en la agonía, se escribiera el verdadero nombre.
Entonces me llamó madre, le dieron un poco de agua, creí haber escuchado que algunos dijeron que un relámpago trazó en el horizonte una luminosa raya. Una voz fuerte resonó como si descendiera del cielo, en la oscuridad sin sombras, en aquella noche oscura como todas las demás noches, el cielo no estaba más claro ni más oscuro que otros días; ninguna luz lo iluminaba, como un signo milagroso. La luna, oculta por espesas nieblas, no era llena ni roja. Los cielos no se desvanecieron como el humo, ni se enrollaron como un documento. La tierra no se quebró para volar hecha astillas, no vaciló como borracha, no fue sacudida. El mar no estaba agitado, y sus tranquilas olas no arrojaron lodo ni espuma. Las montañas no se derrumbaron y no se fundieron en el fuego. El vino nuevo no estaba de luto, la viña no se había ajado y ningún cordero gemía más que de costumbre.
Sin embargo hubiera podido haber un signo, un ínfimo, un pequeño signo, que manifestara que no todo era normal. Sin embargo quién hubiera podido cambiar la previsión, la ciencia profética anunciada por los sacerdotes de blancos ropajes, si él mismo anunciaba su propio fin y su futura resurrección.
Sólo podía saberlo yo, que no poseo la omnisciencia. Yo que pude comprobar meticulosamente que la hora del rabí no había llegado por la mano de un hombre. No había muerto como se esperaba: le habían matado. Yo lo asesiné.

3 comentarios:

  1. Una María atormentada por la culpa de ver morir a su hijo. O una atrevida manera de hacer un cuestionamiento sobre la concepción.
    Me deja pensando. Interesante apuesta.

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  2. Me gustò muchìsimo!!!!!!
    Besos de luz Nory

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  3. Me encanto.. fascinante.

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Gracias caminante...llévate una rosa, para que te arome el andar...