lunes, 15 de marzo de 2010

la condición amante

Cuando el amante apagaba la luz, sintiendo el peso de la cabeza de su amada en el pecho, se preguntaba ¿Qué es el tiempo?: aquello que mide el pulso de éste cuello; lo que yo tardo en sentir su cercanía o su aislamiento, su sueño, quedándose a mi lado. Nunca antes había sentido la vida tan luminosa, ni la felicidad tan ancha y permanente.
Escribía:
Mientras yo te besaba, te dormiste en mis brazos, no lo olvidaré nunca. Asomaban tus dientes entre los labios: fríos, distantes, otros.
Ya te habías ido.
Debajo de mi cuerpo seguía el tuyo, y tu boca debajo de mi boca.
Pero tú navegabas por tenebrosos mares en los que yo no estaba,
Inmóvil y en silencio nadabas alejándote, acaso para siempre.
Te abandoné en la orilla de tu sueño.
Con mi carne aún caliente, volví a mi sitio: también yo mío ya, distante y otro.
Recuperé el disfraz sobre la arena. Adiós, te dije, y entré en mi propio sueño; en el que tú no habitas.

Pero el amante abría los ojos, y veía a la amada aún dormida, con los labios hinchados por el sueño, y la recuperaba con un beso.
El desayuno era como una fe de vida, y una nueva acta levantada a la esperanza.
Como niños perdidos en un bosque, se buscaban y se encontraban y se extraviaban para recuperarse.
Por ese entonces el trabajo era de a saltos. La principal faena era el amor; lo demás, flores que caían de las manos: ya poemas, ya comidas extrañas, ya proyectos; peleas y reconciliaciones apasionadas, casi insoportables entregas y tensiones.
Sin embargo la sutileza del tiempo fue llevándose brasas de sus carros de fuego. Confiaban a ciegas en la inercia del amor, como si el tiempo fuera una garantía, como si la duración lo protegiese. Como si el amor y la aventura se distinguieran por la estabilidad y la permanencia, y no por lo que hay debajo de ellas.
El amante, sin darse cuenta, volvió la cara hacia otro sentimiento. No suyo, sino ajeno. Se distrajo de aquel cuerpo glorioso. Se dejó envolver por una relación dónde él era el amado. Se quedó a solas. Viajaba y olvidaba. Se hizo más fuerte y más extraño. Perdió, en definitiva se perdió. Pasaron unos años.
La noticia fue tan cegadora y súbita como un rayo.
A la mañana siguiente mandó todas las flores del mercado para ocultar la muerte, pero a la muerte no la ocultan las flores. Murió también el perro. Murió, quizá, también, el amante, que es probablemente quien primero muere…
Escribió:

“no por amor, no por tristeza, no por la nueva soledad: porque he olvidado, ya, el color de tus ojos, hoy siento ganas de llorar"

Nunca entendió el amor de otra manera, si es que entendió el amor...

3 comentarios:

  1. Muy bello!!!! Impactante!!!

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  2. De verdad que es impactante como dice el anterior comentario. Como muchas más cosas que he leido en tu blog. Me hago una pregunta ¿cómo se puede escribir así y después tomarse un cafecito en un bar del barrio como si fueras alguien más?. Tu mundo interior deb ser exuberante.
    Capaz que ubicás quien soy. Mi ego estaría muy contento si fuer así.Un dato más -> nos conocimos por un concurso literario. Mi seudónimo era "prensalibre"

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  3. Hola Rodolfo, muchas gracias por tu comentario. Me llama la atención ese detalle (tan exacto) de tomar "un cafecito en un bar del barrio". No sé si lo escribiste por intuición, o por conocimiento. Me gustaría que me lo aclararas.
    Tengo una vaga idea de ese seudónimo. Pero si me das más datos sobre cuál fue ese certamen literario, tal vez lo recuerde con más precisión.
    Un placer que sigas visitando mi blog y comentándolo.
    Cariños
    PD: Entiendo que tambén escribís. ¿Tenés blog?

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Gracias caminante...llévate una rosa, para que te arome el andar...