Celebra el ruido de esas
aves aleteando,
conjuro de los días homicidas
esperando en silencio abierto
que busques su nuca
con tus dedos,
y talles sus lóbulos
con tu lengua.
Y esa ansia exótica y oscura,
que borda de nácar la mueca
en sus comisuras…
Caravana, la de tus manos,
que predice peñones,
ojivas, montes y quejidos.
Condena irremisible:
es esa la mujer filosa
que en cada madrugada,
mece tu sangre con pericia,
y amas mucho más,