miércoles, 29 de julio de 2009

La sombra del ángel (1ra.parte)


Desde el origen de los tiempos, el ser humano ha sentido una extraña, callada, y temida atracción por los aspectos más oscuros de la existencia. El dolor, la sexualidad, la muerte, la locura, en suma lo macabro, lo inefable de la mismidad, han determinado de uno u otro modo, alguno de esos aspectos en el interior de cada uno.
Dentro de la cultura inserta en nuestra sociedad se nos ha determinado cómo "debemos" ser, qué nos tiene que gustar, qué podemos decir y qué no... Se nos determinó "la verguenza" y "lo inconveniente", lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo. Es la sombra del ángel, que convierte la mirada sobre lo "diferente" en un extraño e inquietante sentimiento que, como en los cuentos de horror, nos atrae reveladoramente.
La estética gótica es, acaso, el presagio apocaliptico de los tiempos que vivimos.
Es una forma artística cuyas áreas de conocimiento atraviesan desde la música lírica y la historia de fantasmas, hasta la colorida fauna de nuestras ciudades, interpretando mediante una forma saturada de carácter sombrío y grandioso el sonido de la noche, los sueños, la mística, el amor, el dolor, la eternidad…con algunas obras de exquisita melancolía.
Es un “rumor” que cobra credibilidad a medida que se empuñan los días de nuestra historia, con una tradición romántica y decadente, influenciada por el extravagante lord Byron, el instintivo Poe, y el escandaloso Baudelaire.
No obstante, antes…durante mucho tiempo, algunas manifestaciones góticas disfrutaron de respetabilidad, sobre todo las que surgieron durante la época victoriana. En plena gloria del Imperio británico, los cuentos clásicos de fantasmas se leían tradicionalmente en las fiestas navideñas. Un ejemplo del horror británico por excelencia, cuyo carácter tétrico abundaba en sonidos de pisadas sobre pisos chirriantes, a lo largo de incontables bibliotecas, misteriosas mujeres vestidas de negro que desaparecían en la noche detrás de la niebla de los cementerios, los carros fúnebres que corrían “alados” tirados por mansos caballos, mansiones de paredes de madera que escondían secretos familiares insondables, y todo el fuego del cielo que fundía la tierra cuando las tormentas más furiosas azotaban la escena, formando la extendida dialéctica con la que se promovía el horror por aquellos tiempos.
Lo sobrenatural de todo ese bagaje intelectual nos sacude hasta hoy con obras impresionantes que tratan de recrear los pintorescos escalofríos de antaño, sin lograrlo del todo, aun utilizando las modernas técnicas visuales.